A veces me pregunto en qué momento termina la labor del juez. ¿Es acaso al terminar el torneo? ¿Al salir de la tienda? ¿En el viaje a casa? ¿A las 3 de la mañana mientras duerme?
Si usted es como yo (y en este aspecto probablemente lo sea) ha recibido muchas preguntas que calificó ingenuas e incluso ridículas en horarios que cuestionan hasta dónde llega nuestra labor.
En mi caso, muchos jugadores locales me envían (y estoy seguro a usted también) preguntas a mi celular a toda hora del día, gracias a las maravillas de la telecomunicación. Esto es algo que aprecio y que me ocasiona alegría ya que cuando un jugador consulta con un juez se crea la oportunidad de mejorar su experiencia de juego, de resolver algo que provocaría un estancamiento en lo que probablemente es su juego favorito. Los jugadores confían en la figura del juez y su pericia para resolver aquello que no pudieron por medios propios.
Básicamente, cada vez que un jugador nos pregunta algo fuera de torneo, está confiando en nosotros el éxito de uno de los máximos beneficios de Magic: Es endemoniadamente divertido.
La labor del juez es vital para el juego organizado. Sin la figura del juez es imposible mantener el sistema de juego profesional del que disfrutamos y del cual tomamos parte tanto como jugadores como en nuestra vocación de juez; no obstante nuestra función no acaba ahí. Como hemos ejemplificado antes, es común que recibamos las dudas de jugadores fuera del ámbito de torneo, con complejidades que varían, desde simples clarificaciones de “evergreen mechanics”, hasta cuasi ocultistas combinaciones de capas en un multijugador de commander.
Nos enfrentamos sin embargo, en ocasiones, con preguntas que atentan con nuestra paciencia, ya sea por el contexto en el que nos la plantean o por la naturaleza misma de dicha pregunta.
Yo defiendo que uno tiene derecho a su espacio personal, y que debemos como jueces establecer límites de lo que los jugadores solicitan de nosotros. También tenemos derecho al descanso y, en muchas ocasiones, las preguntas que nos hacen pueden llegar en momentos inconvenientes o en los que no podemos (o queremos) contestar.
No es nuestro deber contestar fuera de torneo, sin embargo el hacerlo es parte de nuestra convicción; debemos contestar con la misma actitud que tomaríamos dentro de un torneo, especificando de manera clara, amable y concisa la resolución de la duda en pro de agilizar la experiencia de juego, con una certeza tan grande como lo permitan nuestras habilidades al mismo tiempo que utilizamos los recursos de los cuales disponemos como jueces.
No es nuestra obligación contestar cómo interactúa deathtouch y trample a las 3 de la mañana. Pero siguiendo nuestra vocación, a veces lo hacemos.
No hay preguntas tontas
Nuestra preparación sobre las reglas y regulaciones de torneos pueden hacernos ver algunas de las dudas que se nos presentan como “tontas”. Esto ocurre porque en todo proceso social, nos colocamos en un lugar empático con otros.
La admiración por el desempeño de un ser humano que consideramos superior en alguna disciplina proviene de una representación empática, en la que nos colocamos en la situación de la otra persona y comparamos de manera casi imperceptible su desempeño con lo que creemos hubiera sido nuestro desempeño en la misma circunstancia. Evaluando su desempeño como superior, sentimos júbilo y admiración por su pericia (véase a Kai Budde, Jon Finkel, Luis Scott-Vargas y otros para esta sensación).
Curiosamente, sucede lo mismo en vía contraria. Cuando alguien se desempeña de manera torpe o ingenua, provoca risa e incluso mofa. Porque, colocados en un lugar de superioridad, el malgasto de energía o el desatino intelectual provocan en ocasiones la risa o la frustración. Esto al comparar nuestro puramente teórico desempeño en la misma situación, con la del desafortunado ejecutor.
En sencillo: una pregunta puede parecer boba para un juez a causa de nuestro profundo conocimiento y lectura de las reglas (no es vanidad, es nuestro trabajo y nosotros, señores y señoras jueces, somos especiales).
Pero lo cierto es que toda pregunta es válida. Provienen de la necesaria aclaración de algo que impide el desarrollo del juego y que, sin ser resuelta, podría generar peores desastres. Mucho peor que una pregunta ingenua es mantenerse ignorante y actuar sin conocimiento, arruinando la experiencia de juego.
La pregunta puede parecer tonta para nosotros, pero para los jugadores involucrados es la diferencia entre vida y muerte. Puede ser lo que decida un juego de commander que ya lleva 3 horas disputándose, el derecho a alardear esta semana ante sus amigos que por fin vencieron la baraja invencible del mejor jugador de su barrio, puede significar que este jugador no tenga que hacer esta pregunta el próximo Friday Night Magic, agilizando tu torneo y optimizando el tiempo de todos.
No subestimemos la importancia que tiene cada pregunta para nuestros jugadores. Ninguna pregunta es inválida.
Mentí, sí hay preguntas tontas
Aunque ya establecimos que lo que para nosotros puede ser tonto o ingenuo para los jugadores puede ser la culminación de un juego importante, la diferencia entre conseguir una carta foil o normal, la diferencia entre armar un commander u otro tipo de baraja. Lo cierto es que hay preguntas que son difíciles de escuchar; la ingenuidad y creatividad de algunos jugadores llega a veces al límite de lo frustrante y en estos casos es más difícil aún colocarse en sus zapatos y contestar amable y pausadamente.
Ejemplo: “¿Cuando dice que como costo adicional sacrifique una criatura, puedo sacrificar la de él?”
Por lo menos el 50% de las preguntas que me hacen los jugadores se solucionarían si los jugadores hubieran leído sus propias cartas. El concepto popular de RTC (Read The Card) solucionaría la mayor parte de los problemas que los jugadores afrontan, en especial en a nivel casual.
Tan tentadora como puede ser la oferta de reírse de una pregunta ingenua, nuestra labor no es humillar sino educar. Cuando un juez humilla a un jugador lo que hace es dar cuenta pública de su vida personal y sus problemas para manejar la frustración. Nuestro deber es fortalecer al jugador y mejorar su experiencia de juego. Nadie va a un torneo ni juega Magic para ser humillado.
Entonces ¿Cómo manejar una pregunta “tonta”?
Sencillo: tome el crédito. Si una pregunta es tan sencilla que la consideramos “tonta” la solución es muy simple, contestemos la pregunta; así quedamos como el héroe que salvó la partida, el jugador o jugadores habrán aprendido una valiosa lección y el juego continuará tranquilo. WIN-WIN-WIN.
El juego se debe a los jugadores y se mantiene por los jueces. Una respuesta amable puede ser la diferencia entre un jugador jugando en el ámbito competitivo o no. Entre jugadores felices y ex jugadores.
Conclusión
Manejar una pregunta “ingenua” es más sencillo que manejar una complicada, pero eso no la demerita. La respuesta tiene el mismo impacto en el juego: que todos podamos seguir disfrutando Magic.