Ensayo sobre el balance: jugadores, organizadores y jueces

“You can build a perfect machine out of imperfect parts.”
—Urza

Peto PeLa física básica de las cosas nos enseña un principio que debemos entender: nada soportado sobre una pata puede estar en un equilibrio estable. Tampoco lo puede hacer nada que se sostiene sobre dos puntales. Recién cuando consigamos nuestro tercer pilar podremos conseguir que nuestra plataforma sea estable, consistente y nos permita proyectar hacia arriba.

De la misma manera, si cualquiera de estos pilares se encuentra débil o inestable, puede hacer que todo nuestro sistema se derrumbe. Como podrán haber previsto, las tres columnas de las que hablo son los jugadores, organizadores y nosotros, los jueces. Nuestro sistema, la plataforma donde construimos, no es nada más y nada menos que la comunidad de Magic. Lamentablemente, los soportes complementarios con los que podemos llegar a contar son efímeros y de ellos no debemos esperar más que un sostén efímero, es por eso que debemos encargarnos de que los cimientos sean fuertes en todo momento.

Consientes de esto, planteamos una ecuación sencilla y simplista: sin jugadores, no hay Magic; sin organizadores no hay torneos; y sin jueces, no hay competencia y su respectivo justo orden. Esta premisa resulta verdadera sólo si definimos nuestro entorno como el Magic competitivo.

Es cierto que de los jueces podemos prescindir si somos organizadores, formando una buena comunidad basada en jugadores y en la pericia de organización. Sin embargo los jugadores son seres inestables, caóticos, con sentimientos erráticos. Esa belleza poética y complicada los convierte en jugadores competitivos y allí es donde nuestra presencia se vuelve imprescindible. Por otro lado, los señores organizadores, Lords nobles y señores de bastos campos llenos de mesas de juego, no siempre son idóneos en cuando a la organización y estructura de un torneo se trata, y es allí donde nuestro ejército más valeroso se asoma, los hombres de las trincheras, los jueces L1, también conocidos como la Infantería del programa. Ellos van a estar al pie del cañón para asistir al organizador en tanto torneo pueda hacerlo y lo asesorará para mantener el revoloteo de los jugadores en línea, procurando mantener los estándares del juego dentro del recinto del control y la cordialidad.

Las relaciones simbióticas son complicadas, y cualquier desbalance produce situaciones parasitarias o aún peor, la total destrucción del sistema de equilibrio. Y es por eso que vamos a ir por partes, para explicar los grados de dependencia de cada miembro de este ecosistema.

– Jugadores y organizadores: El organizador, pese a sus buenas intenciones, es y será el administrador de un negocio, por lo que generalmente espera lucrar, y es de los jugadores de quienes obtiene sus ganancias (en el grueso de los casos). Esto genera el primer desafío a nuestro equilibrio: los costos fijos que se deben afrontar sumados a la bolsa de premios a otorgar, deben mantener el balance con lo que los jugadores están dispuestos a afrontar en pos del beneficio que obtienen. Los jugadores tienen dos identidades, la que espera desplegar su juego, entretenerse y pasar un buen rato; y el “gambler” que espera tener su máxima ganancia con el menor esfuerzo y costo posible. Es aquí donde la pericia del organizador sale a flote, en su capacidad de encontrar el equilibrio entre afrontar costos, obtener una ganancia y hacer un torneo que tiente la convocatoria. Cada tienda tiene su propia comunidad, con su propia personalidad, y es tarea del organizador encontrar ese equilibrio y mantener al jugador interesado. Por otra parte, los jugadores deben mantener el sentido de pertenencia, mantener vívido su instinto de juego, por lo que de ellos mismos y de su gusto por el juego depende que la asistencia se mantenga vigente. Pero como dije anteriormente, son seres extraños, volátiles y transmutadores, y el sólo intentar comprenderlos puede llevar a los antropólogos al mismísimo colapso académico.


– Organizadores y jueces: Desde antaño esta relación ha mutado, y por la evolución de las especies, tenemos la posibilidad de aglomerar sus relaciones en dos grandes grupos, diferenciados por la actitud que asumen los primeros: organizadores que se relajan y delegan los torneos a los jueces, y organizadores que ven a los jueces como una carga molesta. Ninguna postura es mala, pero la segunda es la que menos fomenta la solidez de nuestro sistema tripartito. Es un buen ejercicio demostrar el respaldo que obtiene el organizador al delegar la realización del evento en el juez, y para ello es necesario que el juez esté ávido por demostrar sus habilidades y sea tan profesional como le sea posible. Lograr torneos llevados a término, con altura en el manejo y con un alto grado logístico puede transformar las mentes más rígidas en la postura ‘anti-terceros’. La sensación de delegar y obtener resultados es clave para que empiecen a menguar los organizadores que prefieren mantener a la infantería del programa lejos. Para los torneos premier se ven obligados a llamarnos, y sin lugar a dudas este no es momento para tomar revancha porque prefieren tenernos lejos, sino que es la mejor excusa para mostrarle que nuestro rol en la simbiosis es más importante que cualquier ego y orgullo personal. Convertir a un organizador en devoto de la ayuda de un juez es doblemente reconfortante y, por experiencia personal, un organizador converso es doblemente feliz, ya que entiende que el equilibrio es más importante que cualquier otra ganancia que se pueda conseguir extirpando un sostén. En contrapartida, debemos comprender que nuestro trabajo, si bien muchas veces lo hacemos ad honorem, no deja de ser eso, un trabajo, y sea cual sea la postura del organizador, debe ser remunerado. Debemos ser inteligentes al negociar nuestra paga, ya que debemos saber qué somos capaces de dar y valorarnos en consecuencia. Hacer una lectura de nuestras aptitudes nos servirá también para fomentar nuestro crecimiento de forma proactiva. Un juez bien dispuesto y que carga con mucha responsabilidad dejará de ser un costo frente a los ojos de un organizador; mientras que una planta con un manto negro claramente será lo primero que traten de ahorrarse en el próximo evento. De nosotros depende que este equilibrio no se rompa. Si bien somos ‘un mal necesario’, nuestro deber es trabajar y transformarnos en un ‘bien de sostén y valor agregado al evento’.

– Jugadores  y jueces: La relación más compleja y controvertida de las tres. Una relación que pasa del amor al odio en un solo fallo. Nuestro objetivo primordial es que los jugadores pasen un buen rato, y para ello nos valemos de un sustento de reglas que nos permiten ser justos. Sin embargo, sabemos que los jugadores gustan de ser libres, y cualquier cosa que los obligue a seguir un estándar o estructura, muchas veces les genera discordia en sus almas. Hay gente que prefiere un trato autoritario mientras que otros esperan un trato más gentil. No nos podemos permitir un estilo sumiso ya que eso genera libertinaje, y mostrar flaquezas e inseguridades es de lo que se alimentan aquellos que intentan desbandar todo para obtener ventaja del caos. Como quien domina a las criaturas salvajes, a la seguridad le corresponde respeto, pero para ello hay que saber respetarlas ya que en cuanto estas se sientan incómodas van a responder causando daño. Generar seguridad y mantener el equilibrio con respeto va a permitir que todo el sistema se sostenga, y si al final del día este respeto se propaga, va a mantener estable al sistema. Si esto no sucede comienza a generarse una grieta, lo que produce sentimientos muy negativos. Por parte de los jueces autoritarismo, baja estima, inseguridad y parcialidad. En los jugadores posturas defensivas, incomodidad, malos tratos y lo peor de todo, ausencias en el evento. De todo esto debemos protegernos, porque en el momento que se dispara, es muy difícil volver el tiempo atrás.

De todo lo planteado pueden surgir muchas conclusiones, y cada quién sacará la propia en su comunidad, pero existen comportamientos que se repiten a pesar de la idiosincrasia de cada región. La mía personal es la siguiente: el programa de jueces suele ser la amalgama del sistema, ya que mientras las otras dos partes pueden convivir en equilibrio, lo hacen sin poder ir más allá del pasatiempos. Como jueces tenemos una gran responsabilidad ya que está en nuestro poder hacer un gran bien o un gran mal al sistema, a la comunidad. De nosotros depende que prolifere, dé fruto y siga creciendo; tenemos en nuestras capacidades el poder de hacerlo. Sin embargo, si esto no sucede, no necesariamente es culpa nuestra, ya que el sistema está compuesto por partes que no necesariamente comparten nuestros principios y no debemos cargar la mochila de hacer pensar a todos en pos del bien común. Nuestras acciones pueden mostrar que grandes cosas pueden hacerse solamente con el querer, hacer y crecer.

¡Hasta pronto!

Peto Pé. (Tw: @mage_meatmaker)

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